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Perfil del educador católico a la luz de los documentos de la Iglesia.

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En el proceso formativo de  los docentes católicos de nuestra Diócesis, se propone una reflexión sobre el perfil del educador católico. La base para esta reflexión es el…

Un documento básico para fundamentar nuestras afirmaciones es la Declaración Gravissimun educationis, del Concilio Vaticano II. Es un documento importante, dado el 28 de octubre de 1965, cuando la gran Asamblea del Vaticano casi estaba por concluir. Después de este documento base, la Iglesia ha publicado otros documentos que forman parte del Magisterio y que iluminan la tarea de la educación en nuestro tiempo. Por ejemplo: La escuela católica (1977); El laico católico, testigo de la fe en la escuela (1982).

En este pequeño comentario queremos enfatizar algunos rasgos que deben estar presentes en un docente que intenta vivir una vocación especial, la vocación de servir a las nuevas generaciones a encontrar la verdad y vivir según esa verdad.

 

1. Afirmaciones del Magisterio:

Entre tantas enseñanzas de la Iglesia sobre el tema de la educación, podemos destacar algunas que nos permitan dibujar el perfil del docente católico.

Gravissimun Educationis, del Concilio Vaticano II:

n. 5: «Entre todos los medios de educación, el de mayor importancia es la escuela, que, en virtud de su misión, a la vez que cultiva con asiduo cuidado las facultades intelectuales, desarrolla la capacidad del recto juicio, introduce en el patrimonio de la cultura conquistado por las generaciones pasadas, promueve el sentido de los valores, prepara a la vida profesional, fomenta el trato amistoso entre los alumnos de diversa índole y condición, contribuyendo a la mutua comprensión; además, constituye como un centro de cuya laboriosidad y de cuyos beneficios deben participar a un tiempo las familias, los maestros, las diversas asociaciones que promueven la vida cultural, cívica y religiosa, la sociedad civil y toda la comunidad humana.

Hermosa es, por tanto, y de suma importancia la vocación de todos los que, ayudando a los padres en el cumplimiento de su deber y en nombre de la comunidad humana, desempeñan la función de educar en las escuelas. Esta vocación requiere dotes especiales de alma y de corazón, una preparación cuidadosísima y una facilidad constante para renovarse y adaptarse».

El documento La escuela católica, de la Sagrada Congregación para la Educación Católica, de 1977, dice:

n. 30: «Constituye una responsabilidad estricta de la escuela, en cuanto institución educativa, poner de relieve la dimensión ética y religiosa de la cultura, precisamente con el fin de activar el dinamismo espiritual del sujeto y ayudarle a alcanzar la libertad ética que presupone y perfecciona a la psicológica. Pero no se da libertad ética sino en la confrontación con los valores absolutos de los cuales depende el sentido y el valor de la vida del hombre. Se dice esto, porque, aun en el ámbito de la educación, se manifiesta la tendencia a asumir la actualidad como parámetro de los valores, corriendo así el peligro de responder a aspiraciones transitorias y superficiales y perder de vista las exigencias más profundas del mundo contemporáneo».

n. 78: «Los maestros, con la acción y el testimonio, están entre los protagonistas más importantes que han de mantener el carácter específico de la Escuela Católica. Es indispensable, pues, garantizar y promover su "puesta al día" con una adecuada acción pastoral. La cual tendrá por objetivo, bien sea la animación general que subraya el testimonio cristiano de los maestros, o bien la preocupación por los problemas particulares relativos a su apostolado específico una visión cristiana del mundo y de la cultura, y una pedagogía adaptada a los principios evangélicos».

En el Documento El laico católico, testigo de la fe en la escuela, de la Sagrada Congregación para la Educación Católica, del año 1982:

n. 16. Efectivamente no se habla aquí del profesor como de un profesional que se limita a comunicar de forma sistemática en la escuela una serie de conocimientos, sino del educador, del formador de hombres. Su tarea rebasa ampliamente la del simple docente, pero no la excluye. Por esto requiere, como ella y más que ella, una adecuada preparación profesional. Ésta es el cimiento humano indispensable sin el cual sería ilusorio intentar cualquier labor educativa.

Pero además la profesionalidad de todo educador tiene una característica específica que adquiere su significación más profunda en el caso del educador católico: la comunicación de la verdad. En efecto para el educador católico cualquier verdad será siempre una participación de la Verdad, y la comunicación de la verdad como realización de su vida profesional se convierte en un rasgo fundamental de su participación peculiar en el oficio profético de Cristo, que prolonga con su magisterio.

n. 17: La formación integral del hombre como finalidad de la educación, incluye el desarrollo de todas las facultades humanas del educando, su preparación para la vida profesional, la formación de su sentido ético y social, su apertura a la trascendencia y su educación religiosa. Toda escuela, y todo educador en ella, debe procurar «formar personalidades fuertes y responsables, capaces de hacer opciones libres y justas», preparando asf a los jóvenes «para abrirse progresivamente a la realidad y formarse una determinada concepción de la vida».

 

2. Rasgos del perfil del educador católico:

a) Amante de la Verdad y trasmisor de la Verdad: para esto se necesita una postura ética bien fundamentada en el evangelio. Nótese que hablamos de la Verdad con mayúscula, para indicar que hablamos de Jesús mismo, quien nos dijo «yo soy la Verdad» (Jn 14,6).  Para profundizar en este rasgo debemos afirmar también que el docente cristiano debe tener opciones de vida bien claras, es decir, decidirse por seguir a Cristo como el único criterio seguro de vida.

b) Interesado y comprometido en la preparación constante: la actualización a todo nivel, en modo integral, como parte del proceso vital. No podemos pensar en un docente que no sigue estudiando y buscando nuevos caminos para profundizar sobre sus tareas.

c) Sabe responder a los retos de nuestro tiempo: para esto es necesaria la  capacidad para renovarse y adaptarse. El tiempo avanza, la cultura cambia, las mentalidades evolucionan, ante todo este dinamismo es necesario tener capacidad para adaptarse a los nuevos retos. Un docente debe siempre renovarse: es duro desaprender para volver a aprender, pero ahí está la clave para avanzar.

d) Posee capacidad para adaptar una pedagogía según los principios del evangelio: Jesús en el evangelio enseña con autoridad, sobre todo viviendo un estilo de servicio y entrega. Los docentes, para cristianizar nuestra cultura, deben vivir su vocación con espíritu de servicio. La pedagogía del servicio también se preocupara para que el otro tenga vida humana plena.

e) Más que profesional debe ser formador de personas libres: ser formador es una tarea muy delicada, el reto está en formar personas que sean capaces de decidir sobre su propia vida, a la luz de los valores del evangelio. Si se cumple este objetivo tenemos garantizada una cultura nueva que promueve la vida plena para todos. Cada persona tiene su valor, cada persona debe ser tratada con valor, en cada persona se debe impulsar el buen uso de la libertad.

 

3. Conclusiones

Invitamos a nuestros docentes a ser valientes y estar dispuestos para  hacer una propuesta de vida diferente, lo cual debe incluir: perfección (como idea motor), integridad (como metodología), interioridad (como objetivo constante), singularidad (como forma de vida).

Para concluir hacemos referencia a una reflexión de Joan Bauzà, filósofo y sacerdote de Mallorca, ¿Cuál es el perfil del profesor católico? La respuesta se da explicando cómo serían los alumnos educados por un profesor que tuviese el perfil del educador católico. Los alumnos educados por él tendrían estas cuatro características, serían muchachos:

a) Abiertos: todo lo contrario de cerrados, abiertos de mentalidad, abiertos de deseos, fieles a la consigna evangélica: "Sed perfectos com vuestro Padre del cielo es perfecto" (Mt 5, 48).

b) Rigurosos: con vigorosa autodisciplina, sin miedo al esfuerzo, sabedores de la parábola del talento en la que se elogia a aquellos que supieron hacer rendir al máximo cada cualidad recibida (Mt 25, 14-30).

c) Avanzados: con las herramientas del momento, las más sofisticadas si es preciso, las que el entorno emplea o empleará pronto, recordando la frase paulina: "Hacerse todo para todos para ganar a algunos, cueste lo que cueste" (1 Co 9, 22).

d) Solidarios: comprometidos con el proyecto de una humanidad pacífica y fraternal, sin diferencias indignantes, guardando todos escrupulosamente el mandamiento nuevo: "Amaos tal como yo os he amado" (Jn 15, 12).

e) Fraternos: convencidos y consecuentes de que todos somos hermanos e hijos de un mismo Padre: “todos ustedes son hermanos” (Mt 23,8).

f) Humildes: buscadores de la verdad, clafificadores de la situaciones y de las relaciones, capaces de conocerse a sí mismos y así poder actuar desde la verdad y la realidad de cada uno más auténtica. Construir sobre roca… (Mt 7,24-27).

 

Tomado de: Padre-Rafael.webnode.es

Autor: P. Rafael Ernesto Sánchez López

Fecha: 11 de Diciembre de 2014

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