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EXTRACTOS DE LA CARTA APOSTOLICA ROSARIUM VIRGINS MARIE DEL SUMO PONTIFICE JUAN PABLO II SOBRE LA IMPORTANCIA DEL SANTO ROSARIO

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El Rosario es una de las modalidades tradicionales de la oración cristiana a la contemplación del rostro de Cristo. Así lo describía el Papa Pablo VI

Rosario de la Virgen Maria, difundido gradualmente en el segundo Milenio bajo el soplo del Espíritu de Dios, es una oración apreciada por numerosos Santos y fomentada por el Magisterio. En su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad. Se encuadra bien en el camino espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada de la novedad de los orígenes, y se siente empujado por el Espíritu de Dios a “remar mar adentro” (duc in altum!), para anunciar, más aún, “proclamar” a Cristo al mundo como Señor y Salvador, “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6), el “fin de la historia humana, el punto en el que convergen los deseos de la historia y de la civilización.

El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología. En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad de todo mensaje evangélico, del cual es como un compendio. En él resuena la oración de Maria, su perenne Magnificat por la obra de la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor.

El Rosario es una de las modalidades tradicionales de la oración cristiana a la contemplación del rostro de Cristo. Así lo describía el Papa Pablo VI: “oración evangélica centrada en el ministerio de la Encarnación redentora, el Rosario es, pues oración de orientación profundamente cristológica. En efecto, su elemento más característico –la repetición litánica del “Dios te salve, Maria” - se convierte también en alabanza constante a Cristo, termino ultimo del anuncio del Ángel y del saludo de la Madre del Bautista: “Bendito el fruto se tu seno” (Lc 1,42). Diremos más: la repetición del Ave Maria constituye el tejido sobre el cual se desarrolla la contemplación de los misterios: el Jesús que toda Ave Maria recuerda es el mismo que la sucesión de los misterios nos propone una y otra vez como Hijo de Dios y de la Virgen”.

No obstante, para resaltar el carácter cristológico del Rosario, considero oportuna una incorporación que, si bien se deja a la libre consideración de los individuos y de la comunidad, les permita contemplar también los misterios de la vida publica de Cristo desde el Bautismo a la Pasión. En efecto, en estos misterios contemplamos aspectos importantes de la persona de Cristo como revelador definitivo de Dios. Él es quien, declarado Hijo predilecto del Padre en el Bautismo de Jordán, anuncia la llegada del Reino, dando testimonio de él es quien con sus obras y proclamando sus exigencias. Durante la vida publica es cuando el ministerio de Cristo se manifiesta de manera especial como misterio de luz: “Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo” (Jn 9,5)

Para que pueda decirse que el Rosario es más plenamente ‘compendio del Evangelio’ es conveniente pues que, tras haber recordado la encarnación y la vida oculta de Cristo (misterios de gozo), y antes de considerar los sufrimientos de la pasión (misterios de dolor), y el triunfo de la resurrección (misterios de gloria), la meditación se centre también en algunos momentos particularmente significativos de la vida publica (misterios de luz). Esta incorporación de nuevos misterios, sin prejuzgar ningún aspecto esencial de la estructura tradicional de esta oración, se orienta a hacerla vivir con renovado interés en la espiritualidad cristiana, como verdadera introducción a la profundidad del Corazón de Cristo, abismo de gozo y de luz, de dolor y de gloria

Tomado de: http://www.fcpeace.com/

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